Hubo cierta vez una reunión muy
importante en el fondo del mar. Era la reunión de los cangrejos. La había
convocado uno de los más viejos para tomar en ella, lo que él pensaba, era una decisión
muy importante. Acudieron pues cangrejos de todos los mares, desde los que
llegaban de mares pequeños y aguas tranquilas, hasta los que procedían de los océanos
más agitados. Aún aquellos que vivían en los ríos contaminados mandaron a su
delegado.
La reunión se abrió puntualmente.
El viejo cangrejo tomó la palabra y dijo:
“Amigos míos, hemos venido haciendo algo que se ha constituido en un mal ejemplo para el resto del mundo. Es una costumbre que tenemos que cambiar”. Muy preocupados, todos lo miraban con curiosidad. Un joven cangrejo de río no pudo reprimir la curiosidad, y preguntó: “¿Y cuál es esa costumbre?” “¿Por qué crees que es un mal ejemplo para los demás seres de la creación?”. El anciano cangrejo respiró profundo. Muy preocupado tomó de nuevo la palabra y continuó: “Se los diré sin rodeos. Debemos dejar de caminar hacia atrás. Todos nos ponen de ejemplo negativo y hablan de nosotros como retrógradas”. Un cangrejo colorado que venía de muy lejos, dándose cuenta de lo serio del problema, preguntó: “¿Y qué podemos hacer para remediar el nocivo ejemplo que damos?”.
“Amigos míos, hemos venido haciendo algo que se ha constituido en un mal ejemplo para el resto del mundo. Es una costumbre que tenemos que cambiar”. Muy preocupados, todos lo miraban con curiosidad. Un joven cangrejo de río no pudo reprimir la curiosidad, y preguntó: “¿Y cuál es esa costumbre?” “¿Por qué crees que es un mal ejemplo para los demás seres de la creación?”. El anciano cangrejo respiró profundo. Muy preocupado tomó de nuevo la palabra y continuó: “Se los diré sin rodeos. Debemos dejar de caminar hacia atrás. Todos nos ponen de ejemplo negativo y hablan de nosotros como retrógradas”. Un cangrejo colorado que venía de muy lejos, dándose cuenta de lo serio del problema, preguntó: “¿Y qué podemos hacer para remediar el nocivo ejemplo que damos?”.
El anciano cangrejo tomó de nuevo
la palabra: “Seré realista. Para nosotros ya es muy difícil cambiar. Pero para
los niños será más fácil. Yo propongo que sus madres les enseñen a caminar
hacia adelante”.
Los cangrejos se emocionaron con
la sinceridad con que se les había hablado, y secundaron con entusiasmo la
moción. En esta forma quedó instituido que todos los cangrejos que nacieran de
ese momento en adelante, serían instruidos por sus madres para caminar hacia
adelante.
Cada uno volvió a su hogar. Y las
madres empezaron a enseñar a sus pequeñuelos. Guiaron con amor sus patitas,
primero una hacia adelante, luego la otra. Una y otra vez insistieron en la
nueva forma de avanzar. Los pequeños intentaron seguir instrucciones, aunque
les costaba mucho trabajo. Pero con sinceridad trataron de hacerlo.
Sin embargo, sucedió algo
curioso. Sus mamás les decían como debían caminar, pero ellas mismas y todos
los demás cangrejos a su alrededor continuaban caminando hacia atrás como
siempre. “¿Cómo es que ellos hacen una cosa y enseñan otra?”, dijo un cangrejito
muy estudioso cuando las mamás no estaban presentes. Los demás estuvieron de
acuerdo.
Algunos pensaban que era una
broma que les querían jugar, otros aducían que debía ser más fácil caminar
hacia atrás, puesto que así lo hacían los demás.
En vista de la rebelión, hubo de convocarse
una nueva junta de cangrejos. “La ley que hemos propuesto no funciona” admitió
el anciano cangrejo que siempre decía la verdad. Y agregó: “Y no funciona
porque no hemos predicado con el ejemplo, y lo cierto es que no podemos pedir a
los demás que hagan lo que nosotros no hacemos”.
La historia dice que esa es la
razón por la que los cangrejos siguen caminando hacia atrás. Y la lección que
se desprende de este simpático cuento infantil nos dice a nosotros que los
demás prestarán más atención a lo que hacemos que a lo que decimos.
Y es una verdad que debemos
aprender. Es muy difícil pedirle a un hijo que no fume, que eso es malo, cuando
el padre fuma dos cajas de cigarro a diario. Y exigirle que estudie, cuando
nosotros no tocamos un libro. Predicamos mucho más con el ejemplo que con todas
las palabras del mundo.
Los romanos decían “Exemplum
docet”, “el ejemplo enseña”. Y muchos han dicho que el ejemplo es casi lo único
que enseña.
Todos aquellos que estén en un
puesto de liderazgo como padres, maestros, supervisores, gerentes, dirigentes
políticos, religiosos o gremiales, deben comprender a fondo esta indiscutible
verdad. Como decía William James: “Lo que haces habla tan fuerte que no deja oír
lo que dices”.
Escrito por Emilio Santamaría.
“A veces damos consejos, pero enseñamos con nuestra conducta”.
Francois Alexandre.
“El tipo más elevado de hombre y mujer, es que obra antes de hablar y
profesa lo que práctica”. Confucio.
Fuente: Juan carlos Caramés. Clásicos gerenciales. Revista Paréntesis. Diario El Carabobeño. 23 de
septiembre de 2007.
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