Temía
estar solo, hasta que aprendí a quererme a mí mismo.
Temía
fracasar, hasta que me di cuenta de que únicamente fracaso si no lo intento.
Temía lo que
la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta de que de todos modos opinarían
de mí.
Temía me
rechazaran, hasta que entendí que debía tener fe en mí mismo y en Dios.
Temía a la
verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.
Temía a la
muerte, hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.
Temía al
odio, hasta que me di cuenta de que no es otra cosa más que ignorancia.
Temía al
ridículo, hasta que aprendí a reírme de mí mismo.
Temía hacerme
viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día.
Temía al
pasado, hasta que comprendí que no podía herirme más.
Temía a la
oscuridad, hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.
Temía al
cambio, hasta que vi que aún la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una
metamorfosis antes de volar.
Autor
desconocido.
Fuente: Adriana Sivolella. 5 julio 2009. Sembrando Caminos.
https://sembrandocaminos.wordpress.com/2009/07/05/¿a-que-le-temes/
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